De Hernán Cortés a Alejandro Murat
A estas alturas del mes
de julio, cuando Oaxaca celebra su fiesta más importante del año, sería injusto
decir que todo tiempo pasado fue mejor.
Si nos atenemos a las crónicas,
veremos montañas de cadáveres pestilentes, pirámides destruidas y ensangrentadas
entre la idolatría indígena y la colonización.
Más tarde, Hernán
Cortés fue nombrado Marqués del Valle de Oaxaca. Juan Peláez de Berrio llegó al
Valle de Oaxaca en julio de 1529 y encontró una población sin autoridad local.
Como tenía
instrucciones precisas para arreglar y agrandar el asentamiento español del
valle, pronto organizó el cabildo y ordena el trazado urbano de la villa, lo
que hoy es el zócalo o plaza de armas. Dispone que la orientación de los
edificios e iglesia recibieran por sus puertas y ventanas el sol durante todas
las épocas del año.
Conforme la ciudad de
Oaxaca fue creciendo, aparecieron las canciones y loas interminables a este
pueblo.
Todas las generaciones
que han pasado por aquí, han deseado un buen futuro para la Verde Antequera: libre
de inundaciones, con agua potable, con buenos gobernantes, con una vida segura,
etcétera.
En base a estas
esperanzas, los oaxaqueños dejaron la responsabilidad a los “hombres de confianza”,
quienes resolvían todos los problemas porque todos los habitantes de la entidad
se convirtieron en menores de edad sin derecho a escoger a los administradores
gubernamentales y municipales.
Nos hicieron creer que
jugar a la “democracia” nos iba a llevar a una ciudad ordenada y pacífica, con
buenos servicios públicos, con decisión, con empleo, con buen transporte,
dotada de agua y sin basura; calles pavimentadas y servicios sociales
suficientes y eficientes.
Cuando llega Heladio
Ramírez López al poder, se marca la diferencia porque el caos se convirtió en
la norma. La entidad oaxaqueña se volvió campo de batalla entre las tribus para
obtener el poder de manera fácil.
Todos los gobernantes
que continuaron después de Ramírez López, nos hicieron creer que nos llevarían
a ser una ciudad moderna. La realidad es que cada día la ciudad de Oaxaca se
parece más a La Habana.
Creo que me equivoco. Posiblemente
tengamos más parecido a Somalia, o la República Democrática del Congo, porque a
nuestras autoridades gubernamentales no les interesa que Oaxaca sea Patrimonio
de la Humanidad.
El primero que debe
estar obligado en mantener y conservar el patrimonio, es el gobernador, pero es
el último en importarle. Prefirió colocar juegos mecánicos en el corazón de la
ciudad, que conservar desde 1987 ante la UNESCO, esta ciudad como Patrimonio.
El Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH), parece estar sometido a los caprichos del
gobernador en turno, pues éste debió impedir en su momento, que se instalarán
juegos que afectan el patrimonio edificado.
Si con los juegos trató
de impedir que llegaran los maestros de la sección 22 a echarse durante días y
días frente al palacio de gobierno, pudo haber encontrado otra solución: como
hacer una exposición de nuestras culturas vivas que en ese tema somos
riquísimos y no hay otra entidad en el país que nos iguale.
Pero por la poca
capacidad intelectual y cultural que tienen la Secretaría de Turismo, y la Secretaria
de Cultura, ataron por unas horas el corazón de Oaxaca con unos pobres fierros dizque
sirven para divertir, pero que no nos representan como oaxaqueños en nada. ¡Qué
tristeza!
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horaciocorro@yahoo.com.mx
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