Ningún gobernador ha cambiado nuestro destino
Todos los gobernadores que ha
tenido Oaxaca, desde sus campañas políticas, han dicho que van a cambiar el
destino de la entidad.
Ninguno de los gobernadores, desde
Heladio Ramírez López hasta Alejandro Murat, ha logrado cumplir sus promesas.
El problema no está en querer cambiar a Oaxaca, sino en el hecho de que todos ellos
han creído que por sentarse en la silla más importante de la entidad el cambio
se dará como por arte de magia.
Lo que ninguno de ellos ha
querido saber, es que el poder no es para guardarlo o para contemplarlo, sino
para emplearse, para usarlo en bien del pueblo. El poder que han tenido en las
manos es efímero: dura apenas un suspiro. Una vez transcurrido su periodo de
gobierno jamás volverán a tener otra oportunidad para hacer por su pueblo lo
que un día se propusieron.
Todos estos gobernadores de
Oaxaca: Heladio, Diódoro, Murat (viejo), Ulises, Gabino y Murat (hijo), han
dicho y han hecho exactamente lo mismo que los demás.
En cuanto se sentaron en la
silla, y sobre todo, cuando creyeron afianzado su poder, sintieron que el mundo
les debía la vida, o dicho de otro modo, pensaron que “ya la habían hecho”.
Durante los últimos 30 años de
historia oaxaqueña ha quedado demostrado que los sueños de grandeza sólo han
sido eso: sueños. A la ciudadanía la hicieron creer que las cosas en Oaxaca
ahora sí cambiarían.
Después de disfrutar el poder
que tuvieron en sus manos por seis años, hoy están solos, muy solos. A Heladio
Ramírez López, por ejemplo, ni su familia lo escucha. Quiso llevar de la mano a
su sobrino Martín Aguirre, presidente municipal de Huajuapan, pero éste
prefirió seguir los consejos de su mamá, quien realmente maneja los destinos de
ese municipio. El hijo de Heladio, el diputado local, Antonio Ramírez Pineda,
se cree superior a su padre y también lo ha hecho a un lado.
Ulises Ruiz anda rebotando como
pelota por todas partes. Parece como apestado. Nadie lo quiere, ni los priístas
mismos. Para ganarse la simpatía de los oaxaqueños, pidió cárcel para Gabino
Cué, pero ni así.
A Murat (viejo), se le cebó la
dirigencia de la CNOP. Luego, buscó administrar la Fundación Colosio y se le
cayó. Ninguno de los expresidentes de la Fundación quisieron darle su respaldo.
Ahora gobierna a control remoto algunas cosas del gobierno de Oaxaca, pero
desde la oscuridad, como agazapado.
Diódoro, soberbio, ha visto
bajo su hombro a los gobernadores con los que ha trabajado: a Moreno Valle casi
nunca lo obedeció, y a Antonio Gali, tampoco.
De Gabino Cué, se dijo que andaba
a salto de mata y por lo mismo nadie lo podía localizar. Es más, el Senador
Robles Montoya, convocó a los oaxaqueños a buscarlo ―casi debajo de las
piedras― hasta encontrarlo. Una semana después de esa declaración tan jalada
del senador, un periodista lo entrevistó al verlo salir de un restaurant de la
CDMX, a quien le dijo no saber nada del juicio político en su contra que se
promueve en el Congreso de Oaxaca.
Durante los seis meses de gobierno
de Alejandro Murat, han sucedido los casos más escandalosos. En poco más de 180
días se ha superado todos los registros negativos en proporción a otros
sexenios: asesinatos, saqueos, feminicidios, terror carretero, secuestros,
huachicoleros, enfrentamientos callejeros, pandillerismo, pobreza económica y
social, miedo, violencia como instrumento político, violencia provocada, … en
una palabra: un inmenso desorden. Tal vez no lo entendimos cuando el gobernador
nos decía: “este será el sexenio del milagro”.
La historia de Oaxaca está
saturada de hombres poderosos y a la vez frustrados.
Cuando volteen a ver la
historia de su tiempo, sólo encontrarán símbolos que les dieron la apariencia
de que hacían algo por Oaxaca.
Es probable que hoy, ya sin
poder en la entidad, puedan ver el verdadero mundo oaxaqueño, y no como se lo
contaban sus “amigos”.
El poder no es lo que se tuvo o
se tiene, sino lo que se hizo con él. Para desgracia del oaxaqueño, estos gobernadores
se dedicaron a lo pasajero, a lo superficial, a lo intrascendente, pero fue
bueno para la fotografía. De haber hecho lo bueno, hubieran sembrado para hacer
raíces. Si así hubiera sido, los oaxaqueños aun estaríamos cosechando
prosperidad.
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Horacio Corro
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