“Ambulantes”
Antes, todos entendíamos que ambulantes eran los que iban de un lugar a otro sin residencia fija. Pero hoy, los ambulantes no significan lo mismo que antes. Parece que al lenguaje lo han pervertido.En otros tiempos, un vendedor ambulante era el que caminaba
de pueblo en pueblo vendiendo baratijas. Llevaba su tienda sobre la cabeza o en
la cintura. Peregrinaba constantemente y sólo se detenía, si acaso, en los
pueblos mientras duraban las ferias.
El vendedor ambulante andaba sin rumbo fijo por las calles o
con un itinerario determinado. Se detenía sólo para atender al cliente. Nunca
se apoderaba de ninguna banqueta ni de crucero importante. No se establecía
como inquilino en accesorias o en zaguanes. No tomaba la vía pública como
asiento fijo y propio. Se sabía que para estar de fijo estaban los mercados
donde supuestamente hay sectores bien definidos: aquí las frutas, allá las
verduras, más allá las cocinas, las hierbas curativas, en fin…
Pero ahora resulta que los vendedores ambulantes no son los
que ambulan, ya no son los que llevan al hombro la tabla de dulces o la batea
con el surtido de frutas, la sandía y la piña en rebanadas, los limones, los
nanches. Tampoco los que empujaban un carrito con el camote y el plátano
asados. O los que portaban gelatinas en sus vitrinas de mano.
Los vendedores “ambulantes” ahora ya no caminan. Se plantan
en cualquier acera, en la mitad del zócalo o de la plaza, o se desbordan sobre
los arroyos y allí se quedan, y si les es posible por toda la vida. Además,
poco a poco van construyendo, y cuando menos nos damos cuenta ya tenemos nuevos
vecinos.
Así, las aceras ya no son para caminar, sino para vender
tacos, aguas frescas, ropa de pacas, y toda suerte de chucherías.
El zócalo, por ejemplo, ya no es para descanso, ahora es el lugar
preferido por los “ambulantes” para que el cliente, con toda tranquilidad, bajo
la sombra de los árboles y en medio del canto de los pájaros, elija su producto
hecho en China.
Supongo que el primer “ambulante” que se estableció, era de
píe plano el pobre, por lo que un día decidió apropiarse de un pedacito de
banqueta, y de ahí le siguieron 10 y luego cientos de “ambulantes” quienes
tomaron posesión de todo el centro de la ciudad, claro, bajo el consentimiento
de las autoridades municipales.
Los “ambulantes” como todos sabemos y hemos visto, se
organizan en bandas y usan los puños cuando se pretende desplazarlos de su
ilegal alojamiento. A pesar de todo, allí siguen nadie los mueve porque siguen
pagando religiosamente protección a sus líderes y estos, a su vez, a los
inspectores y etcétera.
Cada vez que dicen las autoridades que van a retirar de las
banquetas a todos los ambulantes, incluyendo a los objetos que impiden el paso
peatonal y vehicular; en lo personal, no estoy de acuerdo con ello, ya que, gracias
a esos artículos estorbosos, nos hemos conservado en buen estado de salud
físico. ¿Quién no ha escalado peligrosas alturas, quién no ha aprendido a
caminar con paso de gato para no romper ollas, comales y demás objetos de barro
instalados en las aceras, quién no ha aprendido a conservar el equilibrio
físico y no digamos emocional con todo lo que se nos atraviesa en el camino?
Entonces, ¿por qué quieren quitarnos un servicio que nos
prestan los “ambulantes”? ¿Por qué pues, por qué?
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