Políticos malcriados
Tenemos que aceptarlo: a la mayoría nos gusta el privilegio. Gozar de prestigio en este país es estar en el nivel de excepción. Lo que no se enfurece, querámoslo o no, es que se nos niegue un privilegio, o peor aún: que nos lo den y luego nos lo quiten. Hay quienes se sienten tan ofendidos que, a pesar de leer el reglamento, piensan que es un asunto personal, por eso dicen: a mí no me hablas así.Casi siempre, el que recibe privilegios se convierte en un
niño consentido. Si al chamaco lo acostumbraron a comer los plátanos pelados,
entenderá como una ofensa cuando alguien se los da con cáscara. A él no le
interesa saber que el mundo entero los recibe así, pero como se sabe especial
le parece humillante que cualquiera se atreva a meterlo en el mismo costal que
a todo el mundo. O se los pelan o no los come.
Efectivamente, este es López Obrador, el presidente de
México, quien cree que puede disfrutar de cínicos privilegios infinitos. Al
principio de su sexenio creía que los honores a la bandera eran a su persona,
incluso, así lo dijo.
El vivir dentro de los excesivos privilegios, cree este
señor, que es la marca de su identidad y certificado de su prestigio social.
Cada una de sus acciones llevan un mensaje: soy especial y no hay reglamento ni
ley que pueda conmigo.
A pesar de que diga que vivía de lo que le depositaba la
gente en el banco, o que solo 20 pesos carga en su cartera, se ve que lo suyo
es vivir del indulto, por eso, durante toda su vida ha peleado por los
privilegios. Para él, los privilegios son moneda de cambio, por eso siempre lo
regatea. Puede haber un montón de leyes que se opongan a todo lo que él hizo
durante su carrera política, pero esa fue la ventaja de su supuesta “lucha”:
tener acceso a la excepción, y pobre del que tratara de quitársela: la venganza
siempre ha sido su fuerte.
Si con el PRI y el PAN se vivieron administraciones de
privilegio, hoy, los privilegios son superlativos. Ser parte de Morena, es
beneficiarse de un contrato no escrito donde las leyes son relativas, y de
hecho negociables.
Los más famosos, los que tienen más cercanía al presidente,
o simplemente, por saber hacer trabajo sucio, es identidad para seguir inmunes
en el camino. Otros más, pueden comprar la inmunidad. El resto, puede
conformarse con aguantar la vara mientras se olvida el caso, y con eso, les llega
por sí sola la limpieza del alma.
Muchos de los que ostentan un cargo, no tienen preparación
alguna: simplemente fue un golpe de suerte y se les abrió las puertas de la
envidiada zona VIP.
Los dirigentes echaron mano de la gente impreparada porque
no tenían más en ese momento, pero no les importó el mañana, ni les ha
importado. Y hoy, a tres años de este gobierno, cuando se puede ver hacia
atrás, ocurre que las viejas prebendas priístas y panistas se han despintado
ante la cualidad privativa de Morena.
Los privilegios que antes se trataban con discreción, hoy se
demuestra y se enarbola: allí está la familia, casi toda, del presidente.
Los políticos malcriados no nacieron, se hicieron porque les
dieron la certeza imperial de ser excepcionales. Bien dice y lo ha repetido una
y otra vez el presidente Obrador: “no somos iguales”.
Y todo aquel que se cree auténtico 4T, así actúa.
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