Bandera tricolor
Nos llenábamos de gusto cuando oíamos tronar los cohetes, mismos que nos
revientan los tímpanos y el hígado cuando somos mayores. También veíamos
inflar, con sombrero en mano, los globos que no duraban mucho tiempo en el aire
porque bastaba un soplo sencillo para que perdieran su verticalidad y se
quemaran en el aire. Aún así, ver todo ese espectáculo resultaba una aventura y
una alegría.
Antes, era tarea obligada, un lujo sencillo el adornar el frente de
nuestra casa. No sólo se engalanaban los edificios de gobierno con los colores
de las tres garantías: unión, religión e independencia. El verde el blanco y el
encarnado en banderolas, mantas, moños, rehiletes, campanas, o simplemente tres
tiras de papel que formaban los colores de la enseña patria.
Por todas partes había adornos, pasacalles, en los que a base de
recortes formaban las figuras de los héroes de la Independencia.
Hubo un tiempo también, que los coches llevaban las enseñas patrias en
su trompa, o en el cofre. Por otro lado, también las bicicletas llevaban
banderitas, hélices y festones tricolores.
A las banderas mexicanas se le añadían muchas otras naciones. Los
vendedores callejeros las llevaban muy numerosas y distintas en sus palos
arbolados. De hecho, los cinco continentes estaban ahí representados, y uno
escogía los pabellones que fueran de su simpatía, de su amor, o simplemente de
su gusto para ponerlas en ramas, vehículos rodantes, puertas, ventanas,
balcones y todo espacio desocupado.
Me platican que en tiempos más antiguos, la exhibición de banderas de
tal o cual país, muchas veces provocaba fricciones callejeras, pues no toda la
gente aceptaba a todos los países.
Hubo otra época también, que algunos gustaban de llevar junto a la
mexicana la bandera de Cuba, donde estuvo el Che Guevara, y que los chavos para
emularlo un poco, la adoptaban como propia y hasta vestían como aquel
comandante. Otros más, simplemente vestían su inconfundible boina, y en ella le
colocaban un montón de escuditos. Además, se dejaban crecer el cabello, y si
podían, la barba.
El caso es que ahora ya no se consiguen las banderas de otros países
como en tiempos pasados para ponerlas junto a la mexicana, lo que simbolizaba
una muestra de amistad, de solidaridad o de hermanamiento con aquellos países.
Hoy sólo se consigue la bandera mexicana, pero esa sola bandera ya no luce como
antes en todos los espacios de este país, si acaso, la vemos en algunos
edificios públicos.
Este año en la ciudad de Oaxaca, tristemente hay muy pocos adornos
patrios. Los vendedores callejeros traen más banderas en sus carritos, que el
número de adornos instalados por el gobierno estatal y municipal.
Donde de plano están para el perro, es en Huajuapan. Ese ayuntamiento no
puso ni una hélice ni un listón, nada. De veras que nada bueno ha hecho el
ayuntamiento del sobrino de Heladio Ramírez López.
Qué tristeza. Esa apatía demuestra que se ha ido enfriando el amor a la
ciudadanía, y a nuestra patria.
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Horacio corro
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