¿Habrán
sido tres días?
¿O cinco…
tal vez?
La
cosa es que
me
la he pasado bajo las cobijas.
Sólo
eso.
Han
sido noches vacías,
tontas,
esperando
que algo suceda,
y a
la vez,
temiendo.
Dentro
de estos días vacíos
me
he preguntado
si
el mar no se aburre
dentro
de su cuenco eterno.
El
pez loro
nació
para comer trozos de coral
y
defecar arena.
Tanta
arena defeca,
que
es capaz de hacer islas.
Ésa
es su encomienda: hacer islas.
Pero
no sé si se aburra
de
hacer siempre lo mismo.
Es
la misma arena
que suavemente
pule
la
piel de la gente.
Yo
no sé
si
el pez loro,
en
sus miles y miles de años
que
tiene haciendo arena,
sepa
que lo que produce
sirve
para acariciar cuerpos
y
lijar las piernas.
Yo
no sé,
si
el viento se entretenga
esculpiendo
rocas,
al
mismo tiempo
que se
te enreda
en
los cabellos.
Pero
meterme sólo
bajo
las cobijas
sin
que nada pase,
me
parece una locura.
Definitivamente,
creo
que no tengo la paciencia
del
mar
ni
del pez loro
ni
el viento.
Creo
que soy fuego,
porque
no tengo paciencia.
Así
como el fuego,
puedo
lamer los pies
como
lo hace la arena,
y
acariciar
como
lo hace el viento.
Definitivamente
Yo no
sirvo
Para
la paciencia.
#PorSiHaceFalta
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