Asaltos con beli
Una pregunta. ¿Cuántos de ustedes
conocen el juego del beli? 1, 2, 3, 4, 5… Son muy pocas personas las que
conocen este juego tan divertido, y han de ser menos las que lo jugaron en su
niñez.
Quienes jugamos el beli, lo
hacíamos frente a nuestra casa, en la calle, con nuestros vecinos. Se preparaba
un trozo de madera a la que se le sacaban dos puntas por ambos extremos. Imagínense
un lápiz, pero grueso, con picos en los lados. Ese era el beli. Para pegarle se
usaba una tablita como de unos 40 centímetros de largo. Al golpearlo en uno de
los extremos, éste se elevaba y era la oportunidad para enviarlo lo más lejos
posible de la línea de tiro. Como mínimo se necesitaban dos jugadores.
Pero bueno, hoy no quiero
hablarles del beli, sino de otra cosa. Les puse el ejemplo del beli porque es
lo más parecido que se me viene la cabeza para platicarles lo siguiente.
Conozco más de una docena de
personas que han sido robadas después de una ponchadura de llanta. Regularmente
esto sucede en los topes. Casi al bajar de la cresta es donde suceden las
ponchaduras. Ese lugar es donde los asaltantes colocan una especie de beli pero
metálico y hueco, del grosor de un tornillo.
Cuando bajas del tope, al
pisar el beli por uno de los extremos, este se entierra en la llanta, y por el
orificio del mismo se escapa rápidamente el aire. Así que unos diez o veinte metros
adelante te tienes que parar porque sientes que el ring ya raya el pavimento.
Es el momento en que aprovechan los rateros para quitarte todo lo que llevas dentro
del vehículo sin que tú te des cuenta de eso.
Los ladrones se acercan a ti
con el fin de ayudarte, de echarte la mano para cambiar la llanta. En lo que te
acercas a la cajuela para sacar el gato y llave de cruz, uno de ellos saca por
la ventanilla todo lo que llevas: bolsas, teléfono celular, en fin.
El otro sujeto, el que
supuestamente te iba a echar la mano, recibe una llamada telefónica y te dice
que lo disculpes porque lo están requiriendo de urgencia.
Después de que cambiaste la
llanta del vehículo y vuelves a subir al auto, te das cuenta que todo lo que
llevabas en los asientos, en el piso, o la guantera, ya nada de eso existe. Después
de lo que vez, te das cuenta que los tipejos que se acercaron para ayudarte en
la talacha, no fue más que un truco para robarte.
Como es muy difícil para los
rateros estar fabricando esos belis metálicos porque por ambos lados tienen
filo, ahora están utilizando otro artefacto mucho más práctico: en el mismo
lugar, en la bajada del tope, colocan unos tornillos de cabeza plana y de diámetro
bastante grande, lo que le permite trabajar como hélice. Pero eso no es todo.
Entre la rosca lleva surcos, lo que facilita la salida del aire.
El cuento es el mismo: metros
adelante te tienes que parar porque una de las llantas se bajó. Los
pelafustanes se te acercan para ayudarte cuando en realidad es para robarte.
La reacción de cualquier
persona es salir inmediatamente de su vehículo para ver qué le sucede a la
llanta. Cuando ven el estado del neumático, solo se concentran en los
instrumentos que necesitarán para cambiarla, y descuidan los valores que cargan
en el auto.
Mi recomendación es la
siguiente, ya que a varias personas cercanas a mi les ha sucedido lo mismo.
Sube los vidrios y permanece en el interior mientras llamas a un amigo, o a un
familiar o al talachero. Cuando te sientas seguro sal de tu auto para hacer la chamba.
Si tienes confianza en la
policía acude a ella, de lo contrario, te puede salir más caro el caldo que las
albóndigas.
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horacio corro
horaciocorro@yahoo.com.mx
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