La ciudad de Oaxaca quedó paralizada por el norte, por el sur, por el oriente y por el poniente. Todo cerrado.
La sensación de despojo, de impotencia y de agravio personal fue enorme. No es poca cosa perder de un modo tan absurdo nuestro derecho de tránsito, nuestro derecho de ciudad. Todos salimos perjudicados.
A pesar de que los oaxaqueños ya estamos acostumbrados, ya estamos curtidos a que nos cierren la entrada a nuestra casa, aún así, nos gusta la libertad.
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