¡Qué raro! Las mujeres no han sido violentadas
Las palabras son como una segunda piel que llevamos
sobre el cuerpo. Cada palabra que emitimos se convierte en la geografía de lo
que tocan. Por ejemplo, cuando decimos perro, esta palabra es idéntica al mejor
amigo del hombre. Es lo mismo si digo foco, o avión.
Cada palabra dibuja la identidad del objeto. Pero
eso no termina allí, las palabras tienen algo más que a veces olvidamos. Si digo
flor, uno se puede imaginar cualquier tipo de flor. Pero si específico: jazmín,
no solo lo dibujamos en nuestra imaginación, también lo vamos a oler, porque
aunque no lo crean, la palabra jazmín emite un aroma. De ninguna manera puede
sustituirse esta palabra perfumada con
un chiquero o una cebolla. Cada palabra está hecha a la medida de cada objeto.
Cuando se complican las cosas, es cuando se
atraviesa un dolor de cabeza al decir, por ejemplo: inefable.
Inefable, inefable, ¿en qué piensas cuando oyes la
palabra inefable? A qué puede parecerse esta palabra extraña para muchos. La
primera vez que la tuve frente a mis ojos, la relacioné con algo adaptable,
manipulable, abominable o ajustable.
Eso me sucedió porque las letras de esta palabra
no dibujan al contenido. Inefable es algo fuera de lo normal que las palabras
no pueden explicarlo.
Lo curioso de esto, es que el oficio que uno
realiza, gritan el nombre de lo que haces. Me platicaba un amigo que hace
tiempo entró a un consultorio dental y se encontró frente a él a un hombre que
tenía cara de carnicero. Así que en vez de sentir confianza, sintió tal dolor,
como si lo estuviera destazando.
Así, cada actividad coincide con la palabra de la
labor. Por ejemplo, un carnicero tiene rostro de carnicero. Un chofer tiene
nariz, mandíbula y orejas de chofer. Un enfermo sexual tiene piernas, movimientos
físicos, y voz, que coinciden con lo que pretende hacer.
El lenguaje, pues, es un código de códigos. Aunque
a veces las palabras hacen de las suyas todos los días y a cada rato, por eso
hay que tratarlas con mucho cuidado. Es como el momento que está viviendo hoy
la ciudad de Huajuapan de León. El momento es inefable, pues muchas mujeres
están viviendo algo fuera de lo normal, y por lo mismo, nadie puede explicarlo.
Me refiero a las mujeres que han sido violentadas
o una y otra vez a través de las redes sociales por un troll que usa los
nombres: Alma Peral, Almita Peral o Alma Marín, quien desde el mes de diciembre
se dio un descanso.
¡Qué raro!, Porque desde que 39 mujeres de la
mixteca denunciaron estos hechos frente al Vicefiscal Regional de la Mixteca,
Jorge Alberto Flores, las constantes agresiones que sufrieron por parte de
éstos troles, éstos se quedaron calladitos, sin actividad alguna, sin molestar
a ninguna otra mujer. ¡Qué raro!
Como se trata de algo fuera de lo normal, es un momento
inefable. Es algo que ninguna mujer entiende, lo mismo que ningún marido o
familiar de las agredidas. Pero cuando se refieren a “ese enfermo sexual”, todos
se imaginan a alguien que tiene, posiblemente, voz aterciopelada, movimientos
encantadores, cuidadoso en el vestir, pero de una mirada que todo mundo puede
identificar: de un frustrado sexual, que a través de sus troles quiere
solventar su ¿incapacidad?
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