El Covid-19 apesta
Les quiero platicar mi experiencia en cuanto a las enfermedades que tuve a mediados del mes pasado y a principios de este.En el mes de noviembre me llegó el dengue. Sin necesidad
de hacerme estudio alguno, yo sabía que tenía dengue, pues lo he tenido en
cuatro ocasiones a lo largo de mi vida.
Pocos días después, me llegó una gripa terrible,
afortunadamente la superé en dos o tres días. Llegué a pensar que había quedado
tan sano, pero tan sano, que mi olfato se había agudizado más que de costumbre.
¡Vaya tontería! Nunca imaginé que esa agudeza olfativa era la puerta de entrada
al COVID 19.
Siempre he presumido de tener un olfato bastante agudo,
casi de perro. En esta ocasión comencé a detectar los olores como nunca me
había sucedido. Podía oler los olores del otro lado de la banqueta. Es más,
tenía yo la capacidad de oler a la gente a una distancia de 5 o 6 metros.
Dentro de esos días que estuve así, con esa sensibilidad,
salí a la calle a comprar papel, y en el camino comencé a darme cuenta que unas
personas olían igual que otras. Me
comencé a preguntar por qué ciertas personas olían como a huevo quemado y a
fierro quemado al mismo tiempo.
Después me di cuenta que la gente que olía así, también
olían otras cosas como vasos, tazas, platos y otros utensilios de cocina.
También me di cuenta que mi piel, mi ropa, el ambiente
mismo olía a eso: a huevo quemado y fierro recién cortado. Al día siguiente sucedió
algo que me espantó: no podía oler nada, absolutamente nada. Había perdido el
olfato por completo, y el gusto también. Todo me comenzó a saber a cartón. Nada
tenía sabor, y todo me daba asco. Todo era nauseabundo, espantoso.
Al darme cuenta que había yo perdido el gusto y el olfato
caí en una depresión terrible. No sabía qué hacer.
Para proteger a mi familia del posible virus, como soy el
único que sabe inyectar, les apliqué algunas ampolletas, pero al destapar el
alcohol, mi nariz nunca pudo detectarlo. La peor locura que hice, fue aspirar
fuertemente el alcohol, otro poco y pierdo el sentido. Perder el olfato y el
gusto es como perder la esencia de quién eres.
Cuando pierdes el olfato por un resfrío o una gripe, no
es tan preocupante porque aun con esos molestos mocos sigues distinguiendo
algunas cosas, pero con el COVID es otra historia. Prácticamente dejas de existir
para un mundo exterior.
Ahora puedo asegurar que el COVID 19 tiene olor. La gente
que lo carga huele a eso: a huevo quemado y fierro recién cortado. Mucha gente
no sabe que lo lleva encima pero a su paso deja ese olor característico del
virus.
Algunos han de decir que estoy loco, que el coronavirus no
se puede detectar ni oler. Pero aquí me hacía yo muchas preguntas: si el virus
se puede oler, se puede manifestar, ¿por qué la ciencia no ha hecho nada para
detener a los portadores? ¿Por qué no se ha hecho nada parecido como el
alcoholímetro? ¿Será necesario que a algún científico le dé COVID para que
pueda darse cuenta de que el virus es detectable por su olor? Esto y otras
cosas me preguntaba yo una y otra vez.
Después de investigar al respecto, encontré que en
Finlandia, desde hace como dos meses, comenzaron a entrenar perros para
identificar mediante el olfato el COVID 19. A estos perros entrenados los
pusieron en un aeropuerto para olfatear a las personas que ingresan a ese país.
Los investigadores se dieron cuenta que los perros pueden detectar el virus en
humanos cinco días antes de que se les desarrolle los síntomas.
Cuando leí esto dije: la verdad, no estoy tan loco. El
virus huele y puedo detectarlo en mucha gente portadora. Aunque no me lo crean.
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